28.10.08

the difference of my plain scrambled eggs

escribo desde un útero inflamado por nada. las malas pasadas que hace el naturalismo al anit-naturalismo. el deseo de la maternidad que se revela en una distorisión que me produce cólicos. escribo casi sin aliento, sin estilo.

qué tiene que suceder para que uno pueda recordar con sentido literario? cómo recordar un preciso instante cualquiera? quizá no se puede recordar un preciso instante cualquiera, porque cualquier instante no puede ser preciso. algo pasa. una circunstancia que quizá por algún mecanismo psico-biológico nos conduce a seleccionar ese recuerdo que pasará a la historia con sentido literario. a veces, cuando intento pensar en algo, ya sea un recuerdo vivido o alguno inventado y me quedo esperando la imagen sin éxito, pienso que me olvido de que el exceso de rabia puede tener efectos colaterales nocivos. la rabia como vehículo que borra. primero altera. luego borra.

hay una cosa que fallo en entender. el sentido de libertad individual con la pareja. y estoy pensando en los detalles más cotidianos, no en la libertad como emancipación del yo ni como experimento liberalizador que trasciende a lo que se entiende por el yo del individuo. pienso en el conflicto entre las manías, la maneras en que uno hace las cosas. hasta dónde somos capaces de ceder? hasta qué punto dejamos de hacer algo en una manera para pensarla y hacerla en otra?

algunas veces tienen sentido renunciar a una manera en que creemos hacemos las cosas, específicamente en los casos en que no hay una deliberada reflexión sobre cómo llevar a cabo una acción de la manera más eficiente y productiva. pero hay algunos casos también en que precisamente se trata de buscar, deliberadamente, el error, el accidente, el fallo a
favor de un aprendizaje profundo. como decía Edward Said en la introducción a 'El mundo, el texto y el crítico', y llevando el tema a un nivel menos localizado, cómo tomar la posición del que se situa entre la cultura dominante y las formas globales resultantes de los sistemas críticos?

ese lugar privilegiado y ruinoso. cómo pactar un diálogo desde ese lugar. es decir, no pensar en el presente como la extensión lógica del pasado. de las costumbres, de las miradas conocidas, de la cultura que uno posee. cómo llegar a ese lugar. cómo reproducir los deseos del huérfano o del exiliado.

en el nivel local del que hablo, mi casa, mi vida en pareja, in matrimonio, se trata también de una traición hacia nosotros mismos. traición que se desenvuelve en luchas de poder, riñas autoritarias. y que, por otro lado, se desenvuelve de la manera más sublime. un diálogo continuo, un cese del todo tiempo pasado que fue mejor. abrir y cerrar los ojos. estar-aquí. la magdalena de Proust no nos lleva a ningún lugar. falso. porque la magdalena de Proust que desayuné esta mañana, la comí mientras leía el concepto de ahistoria de Nietzsche y precisamente cuando escribí la palabra nieztsche, en lugar de pensar en el libro del que proviene ese concepto, pensé en mí, con menos de veinte años, fumando un cigarro, desnuda, en la habitación de un hotel de medio pelo en medio de la avenida arequipa, diciendo que estaba interesada en leer a nietzsche y recibiendo como respuesta la rabiosa irrupción de alguien que me decía que jamás debería leer a ese imbécil.

volviendo a la traición. se trata de traicionar hasta un punto todo lo que conocemos. se trata de establecer una serie de válvulas con las cuales podemos medir qué pasa y qué no. pero se tiene que tratar también de escapar al consenso, de buscar el error, de no dar crédito. traicionarse a uno mismo y traicionar al otro y en la lucha de poder, que la autoridad se resbale, que no siempre gane la razón, que haya un espacio para la metafísica - aunque sea por el placer de inventar una historia, para decir que unos simples huevos revueltos son diferentes porque hay algo que contar de ellos.

un espacio que está al margen, pero que no supone una marginalización renegada. ese espacio se debe encontrar tanto en uno mismo, como con la pareja y en pareja. esa traición que se produce en el interín de la cultura dominante y las formas globales, es también un acto de apropiación. tiene que serlo. reapropiación incluso - aunque sólo hasta cierto punto quizá.

qué es una libertad individual dentro del núcleo de la pareja? en qué consiste? hasta qué punto se deben dibujar esos límites? está claro que sin límites no hay libertad, pero los límites de la pareja no pueden ser los mismos que constituyen la libertad individual? y si con la pareja uno tiene el deber
(o al menos debería tenerlo) de producir una nueva visión del mundo. una visión crítica, actualizada. una serie de criterios flexibles, gradualmente transformables. existe acaso aún la necesidad de trazar una libertad individual? no sería ésta la repetición de la posición de la unidad formada por la pareja? no sería una posición redundante? o es que no tiene nada que ver con la posición y tiene todo que ver con la capacidad de fallar a la posición? pero aún así, esa posición, esa nueva visión, manifiesto, declaración, compromiso, tiene que ver con fallar y no sólo con los acuerdos tácitos, los diálogos que devienen de las luchas de poder (aunque esto no siempre es posible) de la traición y de la apropiación?

al momento de formular una posición debemos situarnos en el lugar del que habla Edward Said, pero cuando hablamos de libertad individual estamos en cualquiera de los bandos.

hace poco, en un email, alguien me dijo 'la america profunda es jodida'. enseguida me di cuenta de que esa frase era la típica frase del ignorante. el ignorante que se deja maravillar, incluso de asco. una frase que fácilmente puede haber salido de mi boca - soy todavía ignorante en lo que respecta a este lugar. lo jodido de la profundidad de esta 'america' lo conocemos por algunas películas. strozek es la única que se me viene a la mente. y he pensado en esto, porque parte de la angustia, gran parte, por no decir toda la angustia, proviene del hecho de estar aquí. de tener que constatar indefectiblemente cada mañana que estamos aquí. no importan las rabias, las borracheras, las carreras, las lecturas, las puestas de sol, los huevos revueltos por la mañana, los malestares, la felicidad. no importa nada cuando estás en un lugar en el que continuamente debes probar que puedes sobrevivir. cuando cada día es importante intentar estar bien. no vale caer. cada día hay que buscar algo parecido a la ilusión. pensar en el futuro aunque éste nos deje ciegos súbitamente. este lugar que no se derrite ni con el shock ni con el crunch ni con nada. este cuerpo que todavía huele al último electroshock que recibió. esta
carne quemada que se proclama libre, que decora plenamente las fachadas de sus casas con calabazas, telas de araña, lápidas, brujas, monstruos. llenan bolsas con caramelos y esperan con ansias el 31. sí, tiene que ser que han recibido el último electroshock hace muy poco. han olvidado la gravedad de la situación, la falta de fondos, el robo que las manos largas, dedos anoréxicos, uñas recién pintadas, anillos de Tifanny, llevan a cabo diariamente. han olvidado a los más de 20 millones de diabéticos, población en crecimiento.

sí. por eso me preocupa la libertad. mi libertad. nuestra libertad de posicionarnos críticamente. por eso necesito fallar. necesito crecer en la fisura del sistema. ahí donde no se puede. por eso, a pesar de que necesito una estructura, porque es en lo único que puedo pensar para simular que echo anclas, también la aborrezco. y no se trata de la diferencia en la manera en que hago los huevos revueltos, sino precisamente de su simpleza y hasta de su vulgaridad.

27.10.08

por no salir de la incubadora

anoche volví a equivocarme cuando dejé el libro (2666, R. Bolaño) al lado de la cama, pensando que ya podía dormir. al cabo de una hora salí de la cama y busqué pastillas para dormir. tardé casi otra hora para volver a dormir. intentaba calmarme, pero aún no me acostumbro a los ruidos de esta casa, de este pueblo, de este país. aunque ya casi no escucho al tren, cuando lo hago, todavía me sigue perturbando, todavía me rechina el sonido entre las muelas y tengo que tirar el cuello hacia atrás y tomar otras posiciones, hacer como que decido algo fundamental y olvidarlo. anoche escuchaba un pitido. estaba casi segura de que era un zancudo, un mosquito como se dice fuera de perú. un pitido agudo que se acercaba y se alejaba de mis oídos invariablemente. comencé a batir los brazos en la oscuridad. volví a quedarme quieta y lo seguía escuchando. intenté concentrarme un poco más para poder distinguir si era verdaderamente un zancudo o si el insomnio me jugaba una muy mala pasada.
cómo distinguir entre algo que es real y algo que involuntariamente estoy imaginando? sobre todo cómo hacerlo en un lugar cómo este, dónde constantemente tengo que preguntarme si lo que veo, lo que vivo es verdad o no. este lugar que se rige por una serie de estereotipos hollywoodenses. así funciona, así es. y aunque parezca completamente predecible y por ende algo con lo que se puede lidiar fácilmente, la predictibilidad de una sociedad que es predecible porque sigue una serie de arquetipos es difícil de entender e incluso de abordar.
como el ruido que hacía el mosquito imaginario o no anoche sobre mis oídos, es agotador distinguir en este lugar qué es auténtico y qué no. si la autenticidad de esta sociedad estuviera dictada por una serie de nodos coherentes (o por lo menos narrativamente coherentes y no por esto sólo lineales, pero, joder, como un sólo proceso y una serie de eventos discretos) que yuxtapuestos son mínimamente legibles, podría convivir con la incertidumbre de la veracidad de lo que veo. pero debido a que los personajes de esta sociedad estereotipada a la hollywood toman decisiones aleatorias sobre las normas, leyes y sobre la moralidad permitida, se produce un abismo en lo que parece real y lo que es real.
estar aquí es como enfrentarme al zancudo invisible, al ruido que hace y que sólo yo puedo percibir, un ruido infrafino, un temblor ligero. cerrar los ojos para intentar escuchar bien. escucha bien. haz el esfuerzo. concéntrate. escucho el motor de la nevera. algunos coches que primero confundo con un televisor y que luego, objetivamente reconozco que no puede ser. y detrás de todos esos ruidos con los que podría plantearme cohabitar, está el pitido del mosquito. el aleteo de las alas del zancudo, un zancudo hembra, pues sólo ellas se nutren de la sangre. estar aquí es como intentar concatenar el recuerdo del zumbido del zancudo con el ruido que escuchaba anoche.
me tapé los oídos y pensé en el texto que había leído de Simon Njami. tiempos de confusión. qué pertinente. la importancia que cobra la mirada de un agente colonizador sobre el agente colonizado. el agente colonizado se mira a sí mismo desde la mirada del colonizador y tiene que llegar un momento, cuando la supuesta independecia se da, que el ex-colonizado o suena mejor, post-colonizado, destruye la mirada colonizadora que tiene sobre sí mismo para mirarse de verdad. y no es que haya una mirada verdadera, sólo una mirada menos cinematográfica. una mirada que no tiene que ver con el recuerdo de algo, la nostalgia por algo, el deseo de algo. una mirada cruda, enrarecida por la crueldad del que se mira a si mismo con sus propios ojos y no se reconoce. la mirada del colonizador es cinematográfica. por eso aquí es tan difícil. por eso y por otras cosas. esta sociedad niega todo lo que verdaderamente es y se deja seducir por la mirada de sus colonizadores. y para los que, como nosotros, cuestionan la legitimación de la mirada cinematográfica de los colonizadores e intentan apropiarse del espacio desconocido, descontextualizando lo conocido, resulta tan interesante como aberrante y terrorífico por der estar aquí. tan aberrante como la farsa del aleteo agudo del zancudo hembra, que insistentemente buscaba mis oídos, el calor de mis oídos, mi sangre, cordero de dios, ten piedad. y sólo basta con taparse los oídos. me tapé los oídos, me zambullí bajo el edredón como si me zambullera en el pacífico que es menos traicionero, cerrando los ojos, apretando los ojos, tomando aire, una gran bocanada para llevarme conmigo todos los sonidos, incluso los cuníferos. contener la respiración, sostener todos los ruidos nocturnos dentro de mí procurando un vacío sonoro fuera de mí. en mi cavidad bucal una endogamia matrimonial de estruendos.
y cuando ya todo tenía que haber estado en silencio continué escuchando al zancudo y entonces pude dormir.

22.10.08

desafortunadamente, las profesoras no eran inteligentes

alguno pensará que he tardado demasiado en llegar a esta conclusión, lo cierto es que nunca había pensando en ello.

había cemento únicamente en un área de no más de 100m2. hacia los lados habían colocado una serie de casitas prefabricadas con techos de calamina. ahí se impartían las clases, hasta que estuviera construido el edificio nuevo.

de alguna manera, la precariedad me ha perseguido (o quizá yo la he ido buscando) durante toda mi vida. despertarme esta mañana en este pueblo, es, en parte, prueba de ello. dentro de las casitas prefabricadas (aulas) había una pizarra, un escritorio para la profesora, un armario para la profesora, un par de repisas y dos hileras de 4 mesas de metro y medio a cada lado y, por supuesto, las sillas. las mesas y las sillas estaban pintadas de amarillo.

recibir mis primeras lecciones escolares en un lugar como ese tiene algo de nostalgia barata. para mí era como un juego, un juego con una serie de normas que debía obedecer y eso no me costaba mucho. las aulas eran una versión amplificada de una casita de muñecas y los 100m2 de cemento eran una pequeña isla en medio de todo el terreno que el colegio algún día ocuparía. había zonas prohibidas. había escondites. había mucha maleza y personajes extraños que vivían en el terreno. usufructos.

una vez vino a visitarnos al aula la directora de la escuela. Ms E. había mucha emoción, pues era la única verdadera inglesa del colegio británico o con intenciones británicas. yo, siendo terriblemente entusiasta a los 6 o 7 años, estaba correctamente uniformada, con una sonrisa invencible. así que Ms E. entró a la clase, nos saludó en inglés y supongo que rápidamente se percató de aquella niña de pelo marrón, posiblemente con una o dos colas y con el felquillo mal cortado, que no para de mirarla y sonreir. así que me llamó al frente, me preguntó mi nombre (evidentemente, todo esto fue en inglés) y me pidió que escribiera en la pizarra y pronunciara las vocales. a e i o u. very well done, little girl. y yo, además de ruborizada, estaba viviendo mi gloria. gloria que al cabo de poco tiempo sería destruida por mis compañeras macarras que se empecinaban sin cesar en romperle las alas a mis castillos voladores. y que razón tenían de renegar.

así continué, siendo entusiasta, sacando las mejores notas y siempre respetando, admirando y a veces temiendo a las profesoras - que eran todas mujeres en un colegio de mujeres only. al cabo de varios años, cuando yo ya había salido, decidieron, por motivos económicos, abrir vacantes para chicos. disfrutaba haciendo los deberes, aunque no me gustaba leer - lo que me fascinaba era inventar hisotrias, siempre tenía tiempo para ello. la verborrea infantil. infanticidio. hasta que un día se llevaron mi globo rojo y lo rompieron. me arrodillaron y me dieron un puñetazo en la boca. dejaron el puño bien dentro y lo movieron en ambas direcciones como si estuvieran dibujando círculos. perdí casi toda mi dentadura. con la sangre que salía a borbotones, humedecieron mi esfinter y me sodomizaron. pensé que estaba en una película de Pasolini y me quedé más tranquila.

a las profesoras sobre todo les gustaba hablar de sí mismas, aunque algunas eran bastante más reservadas. les gustaba también, sobre todo cuando estábamos en primaria, estar todo el día vomitando amor. había muchas profesoras que no tenían respuestas a preguntas extracurriculares y ante tales situaciones, fruncían el ceño y volvían a repetir la lección delieando bien los límites del conocimiento limitado que nos impartían. algunas profesoras intimidaban porque eran muy muy feas o porque se la pasaban todo el día gritando y hablando de dios y sus inminentes castigos. no recuerdo a ninguna profesora que intimidara por su inteligencia - aunque algunas sí por su memoria, pero aquello se debe más a la práctica deliberada que a otra cosa. es casuístico.

así que al cabo de un tiempo, las profesoras se caen de los pilares y poco a poco se van cayendo todos y entonces sólo quedan los pilares y éstos también caen, que a veces es como decir que el arte cae. y luego ya nada se erige sobre pedestales. sólo quedan las palabras. la contextualidad de la semántica. las reducciones de la semiótica. y sin eso, estás jodido. estoy. resulta que las profesoras nunca supieron pronunciar palabras auténticas, sólo repetían una y otra vez, leyendo en voz alta, la lección bajo las calaminas húmedas, deseando estar en el nuevo edificio y cuando estuvieron ahí, sólo deseaban volver a la fragilidad de los materiales prefabricados, donde no se sentían subalternos, donde pensaban que eran libres de impartir lecciones à la disneyland. se acabó todo. echaron abajo sus aulas prefabricadas, coloridas, tan suyas. sólo quedó el islote concreto, que más adelante se convirtió en un campo polideportivo, que en realidad más parecía un cuadro de Kandinsky o de Miro o en última instancia de Pollock. Muchas líneas de colores. Un universo contenido por el universo. Y luego comenzaron una nueva construcción y luego otra más.

Platón, en uno de los libros de la República, escribe sobre la importancia de erradicar la posibilidad de que las madres y nodrizas infecten a los niños con sus historias.

5.3. Sociedad y política: la educación y el gobierno en la República

La educación y el gobierno en la República

La educación en la República correrá a cargo del Estado, en ningún caso a cargo de las familias, para evitar las influencias negativas que suponen las narraciones que las madres y las nodrizas cuentan a los niños pequeños.

La misma regla se debe aplicar a la escuela, pero de qué manera hacerlo sin que se presente como una acción misoginista? Hasta dónde se puede controlar esta situación? es una situación, acaso, propia de países con sociedades todavía demasiado machistas? Hasta cierto punto, puedo considerar que una narración de ese tipo puede tener un efecto positivo, productivo, aunque es cierto que si la fuente de conocimiento es únicamente esa, puede tener resultados nefastos. El tema del conocimiento es complejo. No se trata de los contenido que se imparten. No estoy a favor de una educación que cumple con los requisitos de la modernindad occidental, dde los grandes éxitos de oeste en los que consiste el intelecto.

Se trata de la manera en que se enseña al niño(a) a pensar, en las pequeñas fracturas que sufren sus ídolos, en la cadencia desde la que se constituye el yo y el colectivo. la poca prudencia con el lenguaje y la ferocidad por comunicar.

21.10.08

postal 1

Los conocí en la cafetería del Park Inn en Charles de Gaulle, París. Ellos habían perdido su vuelo, a mí no me habían dejado embarcar el mío. No quedaba mucha comida, los restos de un cous coous aguado y frío, verduras al vapor que parecían totalmente deshidratadas y migajas, muchas migajas. Avancé hacia el final de la mesa y encontré una botella de vino tinto. Me senté con los ojos reventados, con los surcos de algunas lágrimas delineados por el maquillaje y bebí de la botella. Entonces comenzamos a hablar y cuando nos echaron de la cafetería, fuimos los tres juntos al bar. Yo quería marcharme a la habitación, dormir y olvidarme de todo, pero insistieron en que me quedara, que ellos me pagaban cualquier bebida que quisiera y que, de hecho, no pagaban ellos, pagaba la puta empresa a la que detestaban abiertamente.
Decidí quedarme. Guardé la botella de vino que había robado del comedor en el bolsillo de mi abrigo y pedí más vino. Conversamos de por qué estábamos ahí, en tránsito, pero en un tránsito estancado, de los cambios de leyes sobre la validez de los pasaportes, de Estados Unidos, de España. Los dos parecían muy aburridos con todo, incluso con su amistad. Habían ido a Alemania a trabajar como consultores y lo único que querían era llegar a casa. Eran amigos del trabajo, pero en cuanto lo dijeron, no parecían tan convencidos, parecían cansados, pero luego noté que debajo de la conversación, debajo incluso de las servilletas y de los manteles, se reían de una manera que yo no podía entender y se decían cosas que a mí me resultaban horribles y no se enfadaban, sino que soltaban esa risa sin abrir la boca, pero que emanaba un tufo insoportable, y luego continuaban hablando como si nada. Intenté marcharme un par de veces, sobre todo durante los silencios, pero ellos insistían en que me quedara.
Él era un poco regordete. Pelado. Llevaba gafas. Un pantalón grisáceo, aunque no fuera gris, pero iba a juego con toda su personalidad. Gris, amarillento, fláccido. Una camisa de color ladrillo, un jersey incoloro. No me miraba a los ojos, pero a ella sí y sólo cuando la miraba y le hacía algún comentarios burlón, se le escendían los colores. Como si la burla fuera un fluorescente que llevara dentro. De vez en cuando lo descubría mirándome de reojo mientras tomaba el vino. Eso me puso un poco nerviosa. La imagen de mi madre apareció en el rostro del camarero, un joven francés que se reclinaba exageradamente sobre la barra cuando yo intentaba hablarle. Cuidado con beber lo que te invitan extraños. No aceptes nada de extraños. Pero yo ya había aceptado y lo único que me quedaba por hacer era seguir bebiendo, seguir hablándoles poco, seguir riéndome de la manera en que se hablaban y se reían, de la manera en que estaban sentados, del aura de derrota que llevaban encima y sobre todo de que no les importara un pito absolutamente nada.
Ella era muy delgada y creo que se llamaba Lydia. Llevaba media melena. Tenía los ojos muy oscuros y estaba con una terrible alergia. Tenía la nariz muy roja y un moquillo continuo deslizándose por la nariz. En la mano izquierda tenía papel higiénico o servilletas que se llevaba sistemáticamente a la punta de la nariz, procurando evitar la caída del moco. Era guapa y era la más insistente en que me quedara. Al principio pensé que era un rollo maternal, pero luego, además de percatarme de su juventud, la manera en que se movía y su apatía frente a todo, excepto a que quizá yo debía considerar dormir con ellos esa noche, algo me hizo cambiar de opinión.
Hacia el final de la noche, cuando ya nos parecía que no quedaba nadie más en el bar, aunque éste no fuera el caso y en realidad fuera aún temprano y el camarero siguiera con ganas de servirnos otra copa, ella mencionó a su hija. Él enseguida hizo un gesto terrorífico. Se quedó mirando su copa y se le retorcieron los labios sin que esto perturbara su mirada. Yo continué mirándola, interesada por saber lo que había pasado con la hija. Hubo un silencio o quizá un murmuro, algo que yo, nuevamente, no podía entender, y como ya me había, más o menos, acostumbrado a no entenderles, bebí un poco más. Luego comenzaron a reirse y ella dijo, ay, es que la pobre es tan fea.
Es la verdad, dijo él, esta vez mirándome fijamente, es muy fea la niña.
Cuando me la trajeron a la habitación casi me muero del susto. Y yo pensaba que con el tiempo cambiaría, pero no cambia nada, es horrorosa.
Hombre, tampoco seas así, todavía hay tiempo, joder, que la niña tiene sólo dos años.
No me apetece nada volver y verla, me dijo, y luego bebió un poco más.
No sabía si reirme o si debía decir algo. Decidí también beber un poco más pero sin decir nada, mientras ellos continuaron hablando de la fealdad de esa niña. Yo pensé que el padre debía ser muy feo o que quizá la niña tenía alguna puta malformación. No pregunté. Al cabo de pocos minutos ya estaban riéndose otra vez, pero esta vez se reían de la niña. Y no es que hubieran empezado a hablar de la niña fea con solemnidad, no, siempre en sus voces había una fisura por la que se escapaba un gesto irónico, algo de sarcarsmo, o quizá puro asco,pero ahora estaban derrochando risas.
Decidí que ya era la hora de marcharme.

statement

este blog es proceso. la visualización de un proceso de adaptación, de apropiación. el proceso de buscar una posición que sea flexible y coherente. vivir en la elasticidad de los límites que creamos.

por un lado se tratará sobre nuestra vida. el espacio que ocupamos y cómo lo ocupamos. lo que vemos (sobre todo en durham, nc) las conversaciones en el coche. las canciones que pasan en wxyc. qué tipo de compromiso es el matrimonio. cómo vemos el futuro. hacia dónde vamos. y también que significa vivir (habitar) en estados unidos hoy. y más aún, qué significa para nosotros. debates, conversaciones, diálogos, discusiones - discurso. formular criterios, desarrollar pensamiento crítico. poesía.

también se trata de palabras y de la intersección de la palabra y de la imagen. del uso de la palabra, de la contextualidad de la semántica. escribir postales, pero no escribir en la parte de atrás, sino la imagen. escribir la imagen de la postal.

entre los debates, uno al que posiblemente volvamos una y otra vez, será el del arte. cómo establecer juicios de valor activos y útiles (hal foster, the return of the real)

y está el proyecto literario 'la continuidad de los músculos', que se asemeja al gesto de echar anclas.

más adelante, construiremos con parte de este material una web.

con estas acciones buscamos construir nuestra posición, tomar decisiones, marcar los límites del núcelo, señalar el citoplasma.

Cuando ven a un hombre que piensa libremente, los clérigos arman un alboroto similar al de las gallinas que descubren entre sus polluelos a un patito que se lanza al agua. No piensan que algunos viven tan seguros en este elemento como ellos en seco.

G.C Lichtenberg (Aforismos, 2002. G-87)

20.10.08

músculos 1 (homenaje a R. Bolaño)

Habían pasado ya varios meses desde que los sudamericanos se instalaron en casa o desde que mi hermano los invitó y yo comencé a sentirme huérfana precisamente cuando mi hermano dejó de hablar sobre nuestra orfandad. Después de la muerte de nuestros padres, cada noche escuchaba a Enric sollozar el mismo cántico encerrado en su habitación. Somos huérfanos, es un hecho indiscutible, hay que acostumbrarse. Somos huérfanos. Una y otra vez. Yo me pegaba contra la pared y le escuchaba con mucha claridad. En ese momento me daba mucha pena mi hermano y quería llevarle un tazón con leche caliente y abrazarlo, pero eso hubiera sido peor, así que al cabo de un rato, volvía a la cama y me quedaba dormida escuchando sus palabras. Por la mañana, cuando desayunábamos juntos, intentaba explicarle que en realidad no éramos estrictamente huérfanos, los huérfanos son menores de edad. Creo. Pero él enseguida me replicaba que yo era menor de edad y que su deber era cuidar de mí. En fin, el caso es que después de la llegada de los sudamericanos todo cambió.

Más que meses, habían pasado años desde que llegaron los sudamericanos, pero sólo pasaron unos cuantos meses cuando comencé a sentir mi propia orfandad. Al principio sólo podía sentir una enorme rabia que estaba enfocada hacia Florencio y Tomé, luego la dirigí hacia el resto de personas que conocía y al final cayó todo sobre mi hermano. Me costó mucho aceptar que ese pobre infeliz podía merecer tanto odio, pues, al fin y al cabo sólo había intentado cuidar de mí. No es que Enric me hubiera hecho daño alguna vez, es sólo que, de pronto, desapareció o quizá yo desaparecí antes, no lo sé, pero definitivamente fui testigo de cómo, paulatinamente, mi hermano se transformaba, se abandonaba. No sabría cómo explicarlo. Para mí era como si la única persona que creía conocer a la perfección en este mundo, se despertara una mañana con una malformación en la cara y actuara como si siempre hubiera estado ahí. Y, claro, por educación yo no le podía decir nada, pues uno no va por ahí señalando las malformaciones a una persona deforme que se cree perfecta. ¿O sí? Yo continué con la rutina que teníamos después de la muerte de nuestros padres hasta donde pude. Luego me marché, pero ya no sabría decir si él seguía en casa o no. Y a pesar de que intenté indagar y entender lo que sucedió, nunca podré decir si mi hermano era una persona culta o una persona civilizada.

Al cabo de dos semanas, tuve claro que Florencio y Tomé se quedarían un buen tiempo a vivir en nuestro piso. Por supuesto, Enric no me preguntó nada, ni siquiera hablamos del hecho de que estaban durmiendo en la habitación de nuestros padres. La verdad es que a mí no me importaba mucho que fuera la habitación de mis padres, lo mismo habría sido que fuera la de los reyes. Lo que no podía soportar era la actitud que tenía mi hermano frente a todo lo que él había conservado como sagrado. Después del accidente, yo había intentado persuadir a mi hermano de que vendiéramos la casa para mudarnos a un piso más moderno, pero él insistió en que debíamos quedarnos ahí. Que ahí estaríamos más seguros. Nunca entendí por qué. No pregunté. Él nunca traía a nadie a casa y yo, quizá por una apática inercia, tampoco solía hacerlo. Pocas veces llegué con alguien, alguna amiga, pero es que Enric era tan desagradable a veces, que prefería quedar en otro lugar. De hecho, una de las amigas que llevé a casa, que estudiaba conmigo en la academia de peluqería Malu, Monste, y que me llevaba un par de años, fue novia de mi hermano por un breve período y terminó detestándolo. Montse siempre me decía que mi hermano era una mala persona, que sólo estaba interesado en su propia felicidad, pero que no sabía como ser feliz. Yo pasaba bastante de ella, aunque hubo una época en la que no podía no escucharla, una vez me avalanché sobre ella y como resultado me suspendieron de la academia. Esto fue poco tiempo después de la llegada de los sudamericanos, algunos meses más tarde. Luego de la suspensión decidí no volver a la academia. Fue durante ese período cuando todo comenzó a cambiar de manera más evidente. Para mí era como estar viviendo en un espacio que estaba siendo distorsionado. No uno que ya era distorcionado, sino precisamente en la torcedura, en el momento en que el huracán está pasando. No me preocupaba mi salud, sabía perfectamente que podía resistir la maleabilidad de la realidad, incluso cuando yo no podía controlarla. Me preocupaba Enric, pues él parecía no darse cuenta de nada, simplemente se dejaba distorsionar y parecía contento. Sin darme cuenta, me convertí en el doble de mi hermano y en espía de su versión retorcida. Supongo que por eso decidí marcharme, por eso y por otras cosas también.