27.10.08

por no salir de la incubadora

anoche volví a equivocarme cuando dejé el libro (2666, R. Bolaño) al lado de la cama, pensando que ya podía dormir. al cabo de una hora salí de la cama y busqué pastillas para dormir. tardé casi otra hora para volver a dormir. intentaba calmarme, pero aún no me acostumbro a los ruidos de esta casa, de este pueblo, de este país. aunque ya casi no escucho al tren, cuando lo hago, todavía me sigue perturbando, todavía me rechina el sonido entre las muelas y tengo que tirar el cuello hacia atrás y tomar otras posiciones, hacer como que decido algo fundamental y olvidarlo. anoche escuchaba un pitido. estaba casi segura de que era un zancudo, un mosquito como se dice fuera de perú. un pitido agudo que se acercaba y se alejaba de mis oídos invariablemente. comencé a batir los brazos en la oscuridad. volví a quedarme quieta y lo seguía escuchando. intenté concentrarme un poco más para poder distinguir si era verdaderamente un zancudo o si el insomnio me jugaba una muy mala pasada.
cómo distinguir entre algo que es real y algo que involuntariamente estoy imaginando? sobre todo cómo hacerlo en un lugar cómo este, dónde constantemente tengo que preguntarme si lo que veo, lo que vivo es verdad o no. este lugar que se rige por una serie de estereotipos hollywoodenses. así funciona, así es. y aunque parezca completamente predecible y por ende algo con lo que se puede lidiar fácilmente, la predictibilidad de una sociedad que es predecible porque sigue una serie de arquetipos es difícil de entender e incluso de abordar.
como el ruido que hacía el mosquito imaginario o no anoche sobre mis oídos, es agotador distinguir en este lugar qué es auténtico y qué no. si la autenticidad de esta sociedad estuviera dictada por una serie de nodos coherentes (o por lo menos narrativamente coherentes y no por esto sólo lineales, pero, joder, como un sólo proceso y una serie de eventos discretos) que yuxtapuestos son mínimamente legibles, podría convivir con la incertidumbre de la veracidad de lo que veo. pero debido a que los personajes de esta sociedad estereotipada a la hollywood toman decisiones aleatorias sobre las normas, leyes y sobre la moralidad permitida, se produce un abismo en lo que parece real y lo que es real.
estar aquí es como enfrentarme al zancudo invisible, al ruido que hace y que sólo yo puedo percibir, un ruido infrafino, un temblor ligero. cerrar los ojos para intentar escuchar bien. escucha bien. haz el esfuerzo. concéntrate. escucho el motor de la nevera. algunos coches que primero confundo con un televisor y que luego, objetivamente reconozco que no puede ser. y detrás de todos esos ruidos con los que podría plantearme cohabitar, está el pitido del mosquito. el aleteo de las alas del zancudo, un zancudo hembra, pues sólo ellas se nutren de la sangre. estar aquí es como intentar concatenar el recuerdo del zumbido del zancudo con el ruido que escuchaba anoche.
me tapé los oídos y pensé en el texto que había leído de Simon Njami. tiempos de confusión. qué pertinente. la importancia que cobra la mirada de un agente colonizador sobre el agente colonizado. el agente colonizado se mira a sí mismo desde la mirada del colonizador y tiene que llegar un momento, cuando la supuesta independecia se da, que el ex-colonizado o suena mejor, post-colonizado, destruye la mirada colonizadora que tiene sobre sí mismo para mirarse de verdad. y no es que haya una mirada verdadera, sólo una mirada menos cinematográfica. una mirada que no tiene que ver con el recuerdo de algo, la nostalgia por algo, el deseo de algo. una mirada cruda, enrarecida por la crueldad del que se mira a si mismo con sus propios ojos y no se reconoce. la mirada del colonizador es cinematográfica. por eso aquí es tan difícil. por eso y por otras cosas. esta sociedad niega todo lo que verdaderamente es y se deja seducir por la mirada de sus colonizadores. y para los que, como nosotros, cuestionan la legitimación de la mirada cinematográfica de los colonizadores e intentan apropiarse del espacio desconocido, descontextualizando lo conocido, resulta tan interesante como aberrante y terrorífico por der estar aquí. tan aberrante como la farsa del aleteo agudo del zancudo hembra, que insistentemente buscaba mis oídos, el calor de mis oídos, mi sangre, cordero de dios, ten piedad. y sólo basta con taparse los oídos. me tapé los oídos, me zambullí bajo el edredón como si me zambullera en el pacífico que es menos traicionero, cerrando los ojos, apretando los ojos, tomando aire, una gran bocanada para llevarme conmigo todos los sonidos, incluso los cuníferos. contener la respiración, sostener todos los ruidos nocturnos dentro de mí procurando un vacío sonoro fuera de mí. en mi cavidad bucal una endogamia matrimonial de estruendos.
y cuando ya todo tenía que haber estado en silencio continué escuchando al zancudo y entonces pude dormir.

No hay comentarios: