6.11.08

bajo el sueño de Rosa Amalfitano

Dentro del coche, Chucho coge con ternura y algo de violencia la cabellera larga de Rosa Amalfitano. Se abre la bragueta y saca la verga. Empuja la cabeza de Rosa Amalfitano hacia abajo y ella no se resiste demasiado. Al principio sólo pasa la lengua por la punta de su pene repetidas veces, lentamente. Luego baja la lengua hasta lamer la totalidad de su pene. Él le coge fuertemente la cabellera y cierra los ojos y aprieta los labios. Ella está con los ojos abiertos, siguiendo de cerca las venas del pene de Chucho Flórez. Introduce todo el pene dentro de su boca y justo cuando siente como Chucho contrae los músculos, cuando está a punto de correrse, Rosa Amalfitano cierra los ojos y se queda quieta esperando la descarga.
En ese momento, cuando aún está esperando, cuando aún no se corrido, cuando aún no le ha pasado el semen por la garganta y no se ha limpiado la comisura de los labios con la mano ni ha encendido un cigarro ni se le ha ocurrido pedirle que le deje una raya de coca, salgo de ese lugar o de otro lugar, de un lugar donde está sucediendo eso y suceden varias cosas más.
Por momentos estoy caminando, por momentos corriendo. Por momentos recorro zonas urbanas, Lima o Barcelona, por momentos es más rural, Durham. No me parece que tengo una dirección concreta, sin embargo camino y corro con determinación, como si en el camino súbitamente pudiera llegar a recordar m,i destino.
Ahora camino por una calle que se parece a cualquier calle del casco antiguo de Barcelona. Hay gente en la calle, restaurantes, tiendas y el día está soleado. Sin saberlo yo, yo la que en el sueño va caminando por esas calles, pero sabiéndolo Yo, Yo la que está teniendo el sueño, dentro de uno de los restaurantes está mi madre con G. Está sentada mirando hacia la calle al fondo del restaurante, pero delante de ella no absolutamente nadie, a pesar del bullicio y de las sombras en movimiento, con lo que mi madre puede ver perfectamente a la gente que pasa por la calle. Al pasar delante del restaurante y estar, al mismo tiempo, consciente e inconsciente de su presencia, ella me llama o yo hago que me llame. Entro al restaurante, me acerco a ella, pero no puedo pues a sus pies hay dos fuentes, una grande y otra más pequeña, son bebederos para gatos. Tengo que quedarme al lado de G. quien me está dando la espalda. Mantenemos una conversación sobre las fuentes, son blancas y metálicas y están llenas de agua, no me convencen. Me despido cordialmente y antes de irme me preguntan sobre el comisariado que estoy desarrollando para la Massana en La Capella, les contesto que va bien y les doy algunos detalles de la propuesta curatorial y sobre cómo se está desarrollando. Me voy y creo que estoy corriendo otra vez, pero sólo llego hasta el siguiente restaurante. Nuevamente sabiendo e ignorando al mismo tiempo que mi padre y C. están ahí. Por momento tengo al sensación de que ese era el lugar al cual me estaba dirigiendo todo ese tiempo, ese era el destino, pero no lo tengo claro. Noto que me puedo acercar mucho más a la mesa de mi padre y C. que a la de mi madre y G. y puedo verlos a los dos, pues me coloco en un lateral para poder conversar. Muchas risas y alboroto, es posible que incluso me siente a la mesa con ellos. Antes de salir, comienzo a preocuparme por el hecho de que mi madre está con G. en el restaurante de al lado y pienso que eso puede fastidiar a mi padre y consecuentemente a C. Busco alguna estrategia de salida que evite el encuentro y creo que, no sin estrés, lo consigo.
Ahora estoy en un tercer restaurante. Esta vez definitivamente sentada a la mesa, comiendo. Esta vez con mis 2 hermanas. Cada una a un lado de la mesa, dejando un lado vacío. Estamos hablando sobre la extraña y difícil situación de encontrar justo a mi madre con G. en un restaurante y encontrar precisamente al lado a mi padre y a C. Sentimos compasión por mi padre y creo que A. y yo hablamos más que M. De pronto A. se empieza a inquietar. Ronchas. Le pica todo. M. llama al camarero, estamos un poco angustiadas, no sabemos que hacer con la erupción de A. Cuando el camarero está con nosotras, tengo la sensación de que era O. pero no podría asegurarlo, me giro y le ordeno a A. que deje de quejarse, que se controle, que no le de importancia, que se está escandalizando y eso es peor.
A. y yo estamos en un coche. Ella conduce, yo no sé conducir. M. va delante en otro coche. Estamos en una zona rural, con muchas cuestas, el paisaje parece serrano. No sé si estamos yendo demasiado rápido, no sé qué ley infringimos, pero nos detiene un policía y tardamos en detener el coche. M. se detiene un poco adelante, esperando. Las vías del tren están muy cerca de mí. Pasan cosas. A. y yo hablamos de algo. Pasa un tren sacado de una imagen de algún dibujo animado, en él van personajes que llevan banderas. Quizá banderas rojas. Quizá hay militares en el grupo.
Cuando finalmente se acerca el policía, me doy cuenta de que en realidad es un enfermero, es el SEMUR. Alguien llamó a una ambulancia y ésta nos venía persiguiendo. Me siento un poco avergonzada, pues sé que A. no está enferma y que ahora nos van a echar la bronca por hipocondríacas. El enfermero se acerca por mi puerta. Cogo la pierna de A. e intentando explicar toda la situación, que la verdad resulta demasiado onírica como para que se sostenga, le remango el pantalón y me muestro una de las ronchas. Un par de bultos, no demasiado grandes, pero sí oscuros, casi como agujetas. Sigo explicándole la situación.
Creo que nos damos a la fuga.

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